lunes, 5 de febrero de 2018

Cuando me decidí a ser Yo Misma

Desde que nací supe que había llegado al mundo a romper esquemas, nunca me he sentido parte de nada ni perteneciente a ningún grupo. Por años me pregunté por qué me sentía así y en diferentes formas de trabajo personal solo he llegado a la conclusión que llegué para romper el molde de lo que mi entorno conoce.
Por años he buscado mi valoración personal a través de otros, trarando de encajar o de buscar la forma en que el resto me valide, me apruebe, y la verdad es que no sé si alguna vez lo he conseguido de verdad.
Creo que la última vez fue ayer, en una comida familiar, en donde brindaron por dos miembros que obtubieron un nuevo logro académico, pasando por alto uno mío que también había logrado hace algunos días... Muy ingenuamente me meto en la celebración anunciando además una nueva noticia y cuando comienzo mi relato, otro miembro de la mesa comienza a contar otra historia en paralelo al mío, en donde yo trataba una vez más de hacerme visible a través de un tremendo logro profesional para mí. Un vez más fui ignorada, una vez más me volví invisible y lo más gracioso de todo es que ni siquiera me di cuenta hasta que alguien más me lo hizo ver.
Le he dado vueltas un par de horas y no me queda más que pensar YA BASTA!
He estado estudiando a raíz de mi certificación en Disciplina Positiva cómo los padres podemos hacer la diferencia en la vida de nuestros hijos con este tipo de actitudes, como podemos marcar su vida, la forma en que ellos mismos se ven a través de nuestros ojos. He hecho literalmente visible la forma en que ha influido en mi la forma en que mis propios padres me ven y es tremendamente impactante darme cuenta de los resultados de esas acciones.
Ser visible a los ojos de los padres es el objetivo de todo hijo. Los aprendizajes más profundos se obtienen del sentido de pertenencia de un niño a su grupo familiar o educativo.
Estar conscientes es una tarea de cada día, mantenernos alerta a las señales, porque los niños de hoy serán adultos mañana y la forma en que esos adultos se relacionen consigo mismos y con su entorno dependerá única y exclusivamente de esa visión que les sea mostrada a través de las experiencias vividas día a día con sus padres.
Creo firmemente que los detalles hacen la diferencia y cada uno de nosotros tiene el derecho básico de ser escuchado, atendido y validado.
Hoy, después de años de trabajo hacia adentro mío, puedo decir que yo decido ser yo misma, que gracias al camino que he elegido puedo lirar mis heridas y sañir adelante con ellas y que puedo construirme a través de mis propios ojos, pero sobre todo desde el aprendizaje profundo de que si bien es cierto, ningún padre es perfecto, por lo menos debemos estar alerta a que debemos entregar a nuestros hijos el lugar que se merecen.

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